Por estas fechas son muchos los que se acercan por si les puedo conseguir un cartel de toros de los grandes, desde siempre esos carteles fueron a parar sólo a manos de los elegidos. Hoy contaré un hecho que me emocionó y que dice mucho del gran José María.
Resulta que en mi época de tabernero participé como representante español en el campeonato del mundo de coctelería celebrado en la Habana en el año 2000, a partir de entonces, en mis regresos a Cuba siempre llevaba varios encargos. José María “el de la Navarra”, me contó la historia de su tía, una hermana de su madre que aunque nunca había conocido, se preocupaba con frecuencia y trataba de ayudarla. La relación la mantenían por cartas y alguna llamada de urgencia, la ayuda era en la medida de lo posible pero conociendo la bondad de José María me atrevo a decir que generosa. Cuando me dio un paquete para su tía y sus primos cubanos, me gustó ver en la dirección que se trataba de Santos Suárez, el barrio de la mismísima Celia Cruz, a las afueras de la Habana. Ya en Cuba tome una tarde para los encargos, primero al Vedado, al mítico cine Riviera donde la mamá de mi amigo Guillermito trabaja. También fui al Hospital General de Cirugía Cardiovascular, el farmacéutico de Curros Enríquez –Eduardo Esteban- aporta grandes envíos de la forma más altruista que conozco. Tras pasar por la inmensa Plaza de la Revolución a pocos kilómetros del centro, en una zona residencial que en su día debió ser de lo más glamuroso, doy con la vivienda que busco. Se abre la puerta a la que llamo y me indican que la familia reside doblando la esquina, que esas casas después de la revolución se dividieron y del gran chalet de los parientes de J. María hicieron 6 viviendas. Tengo que seguir de puerta en puerta hasta que en una ya no me hace falta preguntar nada, ni hubiera podido pues me quedé sin palabras. Allí estaba, colgado de la pared, un cartel de la Plaza de Toros de Pontevedra del año 77, uno de los grandes, de los elegidos.
Entregué el paquete (casi todo medicamentos) y no me dejaron marchar, me invitaron a un café bajo un cartel de “Las Peregrinas”, al otro lado del atlántico, a más de 8000 kilómetros de Pontevedra. Me hacían preguntas de José María, su primo y sobrino al que nunca habían conocido y que nunca les dejó de ayudar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario