Antonio. El del Arrastre.
Antonio García Pardo es nuestro jefe de arrastre. Esos que se llevan el toro para el desolladero. Nació en el 28 en plena Moureira y se crio en el ambiente de la Plaza. Cuenta que con cinco años ya andaba por ahí “cheirando” y con doce sacaba brillo a los cascabeles que adornan a las mulas. Se fue haciendo sitio pues trabajaba como carrero de mulas en el transporte de mercancías a Marín. Tenía un don especial para los animales y llego a ser un gran domador de caballos. Tras muchos años de carretero entra en la fábrica de celulosas, “primero metieron a los recomendados pero no valían que eran de etiqueta, a mi me cogieron porque hacía falta gente bruta”, pasó 27 años en la fábrica. Pudo ser "secapasta" que era el mejor puesto pero se quedó en la madera para librar en agosto y poder ir a la plaza. Hizo la mili en La Coruña y mandó avisar al Capitán General que el domingo de la Peregrina tenía que librar. No se perdió ni un espectáculo. Antes de ser jefe de arrastre fue mucho tiempo trayero, ese que va chuzando el látigo contra el suelo y que parece que tira petardos. Un día en un despiste tropezó con una mula y el toro le dio un golpetazo, dice “soy el único del mundo al que pillo un toro muerto.” Tiene muchos recuerdos agradables, habla de los Dominguín y los Bienvenida, se emociona al citar a Agripina y Picolo. Lleva dentro un cariño especial hacia Don Pedro, “Pedrito es el hombre más bueno que conozco, le debemos todo”
Antonio con el mítico Picolo |
Difícil resumir las vivencias del querido Antonio. Parece un milagro, pero con más de ochenta años, aun corre detrás de las mulas como si tuviera fuera un chaval. Dicen que parece un piloto alemán de la segunda guerra mundial, tiene aspecto de galán de cine. El se ríe y dice: “Piloto sí, pero de mulas”. Antonio, el mejor
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