Otra de "Furbol". Anda estos días la opinión futbolera disfrutando con la campaña copera del Mirandés. Este equipo recoge la simpatía de la afición española al igual que un día la recibió el Pontevedra. Ocurre que para nuestra afición quedó un mal recuerdo de la visita que hicimos a Miranda, en plena fase de ascenso. No es para menos, ya que salimos del pequeño campo de Anduva apedreados. Y aún hoy, que el Mirandés es digno de admiración, hay muchos que le desean lo peor.
Pese a todo, guardo un excelente recuerdo de aquel partido, de aquel Pueblo y de aquel viaje. Salimos temprano en el Mercedes de J.L Bouzas, yo siempre fui de Ford Fiesta y en aquel coche de tercera mano iba más ancho que un conselleiro. Otro acompañante era Bernardo el grandullón del Feira Vella. El cuarto hombre era Carlos, un señor sudamericano que seguía al Pontevedra en ese final de temporada y que nos deleitaba con las singulares historias futboleras de su país. Carlos se asombró de la grandiosidad de la catedral de Burgos y sucumbió ante la mejor morcilla del mundo. Teníamos hotel en Miranda, al contrario del grueso de la afición pontevedresa que regresaba o se alojaba en Vitoria. En aquel hotel trabajaba un chico en recepción, fue el que nos hizo la reserva y ya en Miranda nos dispenso un trato que pocas veces te encuentras por el mundo adelante. Este muchacho era directivo del Mirandés y al acabar su jornada se iba al club a trabajar en labores administrativas pues no tenían empleados. En el Pontevedra en aquella época ya había directores generales…
Llegamos al pequeño hotel con la satisfacción de ver la magnífica situación a la vera del Ebro. Antes del partido hubo un hermanamiento de peñas, la afición de Miranda invitaba a una gran chorizada y el ambiente fue aparte de cordial, ejemplar. El campo de Anduva estaba a reventar, tres mil o cuatro mil aficionados. Coincidía con fiestas en el pueblo, y la tensión típica de un partido de fase de ascenso. Todos recordamos aquel gol de Cabrera Cava que hacía que estallará la euforia de la afición granate. Remató el partido entre provocaciones de algún jugador resabiado del Mirandés. Y con polémica en el palco ya que la prensa local había caldeado el ambiente sobre declaraciones de presidentes. Acerca de las ayudas que la diputación de Pontevedra daba a los granates y que al Mirandés las instituciones no lo apoyaban, que si se desvirtúa la competición con dinero público etc etc, hablaron más de política que de futbol.
Tras aquel valioso gol, los gestos entre aficiones ya eran más “expresivos” y pronto se borró el cordial ambiente del hermanamiento. Al pitido final se produce lo que ninguna afición local es capaz de soportar, la invasión de campo por los visitantes. Los abucheos e insultos fueron aumentando y los más exaltados de los locales pasaron a las manos, muchos empujones y lluvia de pedradas mientras todos se recogían hacia los autobuses que salieron con escolta policial. Se rozó la tragedia, pero cierto es, que los aficionados del Mirandés más reaccionarios suponían una minoría y que algunos de los nuestros tampoco eran monjitas.
Esperamos a que todo se calmara, fueron propios aficionados locales los que nos protegieron y acompañaron hasta nuestro coche. Los verdaderos aficionados, los que pertenecían a las peñas que promovieron el hermanamiento, se desmarcaron enseguida de los incidentes y fueron arropando a los pontevedreses que no se habían ido en autobús.
Aquella noche nos quedamos en Miranda, cenamos como se cena cuando se gana un partido de fase y no existe crisis, salimos por el pueblo y no tuvimos el más mínimo problema. Carlos, el señor sudamericano nos relataba historias de cómo en su país los hinchas hacían verdaderas salvajadas, eran relatos increíbles con esa pasión que tienen los sudamericanos para el futbol.
Me gustaría recordar algo que ocurrió en Anduba y que no justifica los altercados pero si hace ver las cosas de otra forma. Al comienzo del partido se guardó un minuto de silencio por un joven aficionado local fallecido en accidente de circulación. En un pueblo donde todo el mundo se conoce la emoción se apoderó del ambiente, pero como pasa muchas veces siempre hay un mete patas que no sabe comportarse. En pleno minuto de silencio, del fondo donde estaba la afición pontevedresa salió un grito que se escucho en todo el campo, ¡paletos! gritó alguien mientras recordaban a su vecino. Este hecho vergonzoso ocurrió y ya digo que no justifica nada pero hasta entonces todo había sido muy tranquilo.
Nos trajimos un resultado positivo y ese es mi recuerdo. Carlos, el sudamericano, se pasó todo el viaje de vuelta contando historias de futbol, con una verborrea admirable. Tenía mucho mundo y experiencia deportiva, era un prestigioso profesional formado en Inglaterra. Fue el médico de la selección de futbol en su país y llegó a ser ministro. Carlos Bazán, ¡sí! el padre de Paco, el portero peruano que ese día acabo imbatido en Anduba, ¡el portero del ascenso! Carlos nos dijo que si lo del minuto de silencio pasa en su país, probablemente no se hubiera jugado ese partido…
Yo solo soy de dos equipos, del Pontevedra y del Pontevedra B, pero disfruto mucho con las hazañas de los clubes pequeños, por eso estos días me apetece decir ¡Aúpa Mirandés!
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