Apenas conocí a Don Peregrino, pero nunca olvidaré cuando a los diez años me confesó paseando por el Campillo de Santa María. Este singular y querido párroco de nuestra Basílica, era más de Campillo que de confesionario. En sus habituales paseos al atardecer, perdonaba los pecados a los que como él, hallaban en ese lugar “la paz del espíritu”. Conocidas son las muchas anécdotas de este campechano sacerdote, cuya espontaneidad y verborrea marcaba los sermones de sus misas...”Como decía nuestro señor Jesucristo y en parte tenía razón…”
Fue lo primero que se me vino a la cabeza cuando me enteré que nos iban a robar el Campillo de Santa María. Que iban destrozar la más bella arboleda de la zona monumental, la única. Asesinaron diecinueve robles con el pretexto de que las raíces dañaban las viviendas. Además de ser mentira, con cortar los tres más próximos sería suficiente. Curiosa actitud la de los que sólo se encadenan a los árboles según la mano que maneja la sierra.
Y no sólo se trata de una “alameda” destrozada, estamos hablando de un lugar emblemático que representa mucho en la vida de miles de pontevedreses. Hemos jugado a las canicas, al pincho, al escondite, al pañuelo, al “huevo-pica-araña” y “a la una salta la mula”. El primer porrón de pasa en el Quente al salir del Valle-inclán, los futbolines en el Xuntoiro. La peña “Lalo del Campillo”, Las noches de S. Juan, magostos, ajedrez gigante, reunión con la charanga para marchar a la plaza…amigos y familia apurando el pitillo esperando a la novia para la boda…Los que llevamos el campillo en las venas solo podemos decir ¡salvajes!
Una dura época de trapicheo y droga, los desmanes del desbordante botellón, años de penumbra en la alameda más recatada de las rías. Ahora resulta que a los que se les debería de otorgar el mérito de recuperar este espacio van y lo destruyen. Lo único que acabó con nuestro Campillo fue el reformismo de los miserables, unos desraizados con licencia para matar, verdaderos asesinos que nos han matado un espacio único, ahora para disfrute de los “bombilleros”. Luces para el folleto y jardín de rollo, como comprado en un bazar chino. La puesta en escena de la falsedad, todo falso como la piedra de muchas calles, prefabricada, malparida, bastarda. Tarima flotante en la ciudad de los “picapedreiros”.
Cuando la zona monumental no era visitada con circuito establecido, fui el primer guía en hacer un recorrido turístico, atravesar el Campillo con un grupo era mostrarles el descanso de la piedra, “la ceguera de árboles sin huerto en breve campo, angustia de la hierba”. Cuatro años han estado con este destrozo, seis millones de euros en el arrabal de Santa María para destrozar el Campillo y reformar la calle E. Pardo Bazán, una calle que necesitó cuatro arreglos en dos años. Recuerdo cinco o seis planes de iluminación de la basílica y cada uno, millonada al canto.
Pontevedra no está dormida, está ciega. La moderación reprime las ganas de gritarles en los morros, ladrones, asesinos, destrollers, ¡bastardos! La prensa les aplauda con las orejas y los vecinos que han llorado la tala de los árboles se resignan ahora después de 4 años de escombrera.
Ojalá volviera don Peregrino, solo él podría perdonarme por la ira que me produce esta infamia…aunque en vez de perdonarme, seguro los correría a boinazos…
Os dejo una conocida copla Pontevedresa de comienzos del siglo pasado y que bien podemos titular “Pontevedra está de luto”
¿Para qué queremos luz,
en esta hermosa alameda,
si lo mejor de sus ramas,
lo cortaron para leña?
Pontevedra está de luto
¿Por qué?
¡Porque el alcalde es un bruto!!!!!...
Los árboles que tenían riesgos ya habían sido cortados por ellos mismso en el 2002.
ResponderEliminarhttp://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2001/11/22/844898.shtml?utm_source=buscavoz&utm_medium=buscavoz
Que bonito...cambian antenas de telefonía de última tecnología (Pasarón) por arbolitos centenarios (Campillo).
ResponderEliminar¿Que pasa en el BNG, el día de la Feira Franca vendrá el Circo del Sol?
Media vida a la mejor sombra del verano más caluroso de nuestra ciudad.
...El Campillo era lugar de cita, cuando teníamos algún encuentro con los rapaces de aquel barrio de Santa María o cuando nos permitíamos la libertad de bajar, como simples observadores tan sólo, hasta el prohibido barrio de la Moureira, cuyo centro estaba en la calle San Guillermo, nombre mal dado a la de Xan Guillermo. El nombre de Xan lo cambiábamos por el adjetivo sincopado de San, como queriendo santificar el coto cerrado en donde vivían las mujeres de vida libre. Nos dominaba cierto temor y vergüenza, al atrevernos a bajar hasta la mencionada calle, y la buena fama aconsejaba evitar el tránsito por aquellos lugares, y por eso pugnaba con la buena crianza el ir por donde nada teníamos que hacer los rapazuelos. Sin embargo, no faltaban los atrevidos que se prestaban a ser los cicerones, llevando a las casas de la Moureira a los marinos extranjeros que formaban parte de la dotación de los barcos que arribaban al puerto de Marín. En una de las casas del Campillo vivía por entonces una mujer que tenía fama de curandera, pues daba remedios, como el curandero de Salcedo, para quitar el mal de ojo y para verse libre de ciertas enfermedades y brujerías.
ResponderEliminarDesde el Campillo se llegaba a la calle de Isabel II, a la que se abrían, en su último tramo, por la derecha, la calle de la Amargura y la Rúa Alta y por la izquierda, la calle de San Telmo y la continuación de la Rúa Alta, con el añejo sabor de las viejas rúas pontevedresas, enmarcadas por casas asoportaladas que fueron cobijo de toneleros, zapateros, sastres, cordeleros, carpinteros de ribera y marineros, que, formando parte de sus respectivos gremios, contribuían a la brillantez de las procesiones del Corpus y a la del Chucurruchú, peculiar de la parroquia de Santa María. En estos parajes, tan saturados de enxebres tradiciones, la casa de la familia Lamas Fernández con todo el cargamento de recuerdos que para mi encierran los hermanos Víctor, Fernando y Viriato. Víctor en el grupo de los alegres jóvenes integrado por Raimundo y Ángel Novás, Ramiro y Ángel Otero Callón, Celestino Abal y mis hermanos Pepe y Paco. Más tarde volvemos a encontrar a los hermanos Lamas Fernández en el popular café Armonía y en el típico café restaurante Urquín, en cuyo nombre se quiso recordar la efemérides de los Carnavales del Urco, según idea de Fernando, uno de sus fundadores. Fernando es conocido por su arraigado pontevedresismo, ese amor a la bella ciudad que ansía y desea crecer, desarrollarse y darse a conocer dentro del conjunto de las demás ciudades de Galicia, pero sin perder el acervo de sus riquezas naturales, ni olvidar el rico tesoro de sus tradiciones ni los valores, preñados de historia y recuerdo que se encierran en sus plazas y viejas calles. A Fernando lo recuerdo detrás de los mostradores de la Moda, de las Novedades y de Simeón, antes de establecerse con su comercio de tejidos y confecciones. Fue uno de tantos comerciantes que, por los escalones de la dependencia, llegaron a la meta de tener su propio comercio, como fruto del trabajo y de la constancia puesta a prueba para llegar al logro de un objetivo. Camino similar siguió su hermano Viriato, de escuela en las aulas del popular magisterio de don José Gay, y después sus comienzos como dependiente en el comercio de don Aquilino García durante muchos años en compañía de don Diego Estévez. Tengo presente mis visitas al comercio que, en Ordenes, lleva el nombre de Viriato. Allí lo encontramos y allí recuerda a la ciudad que le vio nacer, y a la que viene en las fechas señaladas del Corpus y de la Peregrina...
ESTAMPAS PONTEVEDRESAS
El Barrio de Santa María
1977.
Hipólitio de Sa Bravo
Ramón, tienes más razón que un santo.
ResponderEliminarDe todas formas, aparte de ser un crimen, nadie me quita que esa reforma tiene que ser a la vez delictiva, y contraria a la ley.
Si eso es legal, tiene que ser igualmente legal que el Ayuntamiento de Santiago de Compostela transforme la Plaza del Obradoiro en pistas de tenis, pongamos por caso.