A comienzos de este año se decidió cambiar el trazado de una nueva carretera que iba a La Lama. Este costoso cambio del proyecto se debe a que una lagartija rabilarga, una especie de salamandra, tenía en el lugar su hábitat y era conveniente proteger la zona para la conservación de esta especie. Ver
Hace bastantes años en la avenida de Buenos Aires se montó un revuelo por la tala que pretendía eliminar unos árboles para ampliar la carretera, el revuelo fue de envergadura y mediaron encadenamientos de activistas defensores de la naturaleza. Existía entonces otro gobierno municipal. Desde la oposición se velaba por la vida de los árboles y se apoyaba a los activistas. Curiosa es la política, al entrar en el gobierno aquellos defensores de la naturaleza, no tardaron mucho en eliminar a las catalpas de la Plaza de la Verdura, el castaño de la Plaza del Castaño, los naranjos de la Calle Naranjo… Y recientemente en la Calle Manuel del Palacio volvió a pasar la sierra, talando en la complicidad de la noche. No hay muy buena conciencia…
En el Campillo de Santa María existía la única arboleda de la zona monumental. Una veintena de robles que fueron talados sin que los “defensores de lo todo” se inmutaran. Nos presentaron un proyecto para el Campillo que respetaba los árboles, e hicieron lo que les dio la gana. El valor arqueológico es discutido, aunque algunos expertos lo califican de nulo, una buena puesta en escena para que la foto del folleto salga bonita, que es lo que importa. Existen pretextos que reflejan la mala conciencia. Nos han dicho que algunas raíces ponían en peligro los cimientos de las casas. Nos quieren vender que hay más luz y que se ve mejor la fachada de la Basílica. Se olvidan de algo llamado poda y de que todo es más hermoso a través de una arboleda o desde una arboleda.
Realmente era un lugar degradado por los desmanes del botellón. Había sido recuperado por estos políticos a los que no les podemos atribuir el mérito, ya que también se emborracharon, se emborracharon de éxito y… “la mate porque era mía”. Aprovechamos para alarmar, para decir que el botellón no se erradicó, se trasladó y se convirtió en un efecto llamada. La cifra de participantes se triplicó en los dos primeros meses. Alguien se debería plantear dar un paso más valiente en este delicado asunto.
Volvamos al Campillo, para decirles: Señores no nos engañen, ya no queda Campillo. Aquella arboleda la plantaron nuestros bisabuelos. Nuestros abuelos y nuestros padres la cuidaron. Nos la dejaron a nosotros y hemos sido incapaces de dejársela a nuestros hijos y a nuestros nietos. ¿Qué clase de sociedad somos que ya hemos perdido todo tipo de sensibilidad? Para quitarle importancia han dicho que los árboles carecían de valor pues sólo tenían sesenta años. Sin comentarios. De haberlo sabido hubiera traído unas cuantas lagartijas, rabilargas claro. Que de las otras, ya tenemos bastantes.
Las lagartijas del Campillo y las ratas de la Plaza de España....
ResponderEliminarEs lo que tiene esto de ser más papistas que el papa (Santo Padre), tanto respetamos la lagartija rabilarga como acercamos a los terroristas a su habitat.
ResponderEliminarCEBRITA